18 de diciembre de 2012

"I love you, in a really, really pretend to like your taste in music, let you eat the last piece of cheesecake, hold a radio over my head outside your window, unfortunate way that makes me hate you, love you. So Pick me. Choose me. Love me."

-Meredith Grey. Grey's Anatomy

The Maine - I Must Be Dreaming

            
"Tell me that you love me and it'll be alright.
Are you thinking of me? Just came with me tonight. 
You know I need you. Just like you need me
Can't stop. Won't stop
I must be dreaming

     
MEREDITH: [narrating]
"But the thing is, it’s hard to let go of that fairy tale entirely, because almost everyone has that smallest bit of faith and hope that one day they would open their eyes and it would all come true. At the end of the day, faith is a funny thing. It turns up when you don’t really expect it. It’s like one day you realize that the fairy tale is slightly different than your dream. The castle, well it may not be a castle. And it’s not so important that it’s happily ever after -- just that it’s happy right now. See, once in a while, once in a blue moon, people will surprise you. And once in awhile, people may even take your breath away."

13 de octubre de 2012

"You know, I can't remember the last time we kissed. 'Cause you never think the last time is the last time, you think there'll be more. You think you have forever, but you don't. Plus my conditioner decided to stop working and I think I have brittle bones. I just-I just need something to happen. I need a sign that things are gonna change. I need a reason to go on. I need some hope. And in the absence of hope, I need to stay in bed and feel like I might die today."

-Meredit. Grey's Anatomy

28 de septiembre de 2012

Lovers dance when they're feeling in love.


Take my hand, I'll teach you to dance. I'll spin you around, won't let you fall down. Would you let me lead, you can step on my feet. Give it a try, it'll be alright. The room's hush, hush, and now's our moment. Take it in feel it all and hold it. Eyes on you, eyes on me. We're doing this right.
Cause lovers dance when they're feeling in love. Spotlight shinning, it's all about us. It's oh, oh, oh, oh, all about uh, uh, uh, uh, us. And every heart in the room will melt, this is a feeling I've never felt but, It's oh, oh, all about us.
Suddenly, I'm feeling brave. I don't know what's got into me, why I feel this way. Can we dance, real slow? 
                                                         Can I hold you. Can I hold you close?

2 de septiembre de 2012

Una jaula. Una vida.

Bajo la manta gris de lluvia que cubría el campo, hombres y mujeres desde niños hasta ancianos, agarraban las paredes de su jaula mientras nos observaban llegar. Los cuerpos de sus amigos, familiares, yacían sobre el suelo mojado como tristes sacos de carne. Los llantos desconsolados de una madre mientras sostenía en sus brazos, con las pocas fuerzas que le quedaban, el cuerpo sin vida de su pequeña, nos asestaban puñaladas cada vez más profundas. El dolor era palpable. La angustia, el odio, la tristeza, sus ojos conseguían más que las palabras. Fotografiamos cada gesto, cada acción. Aún tratados como a animales todo lo que hacían demostraba su humanidad, cosa que solo parecíamos percibir nosotros tras las cámaras.

Y allí los encontré. Pequeños, casi invisibles. Un verde intenso, tan intenso como una hoja recién nacida. Me acerqué a él. Sin mediar palabras, nos encontramos frente a frente. Aquel niño me atrapó. Su cara llena de hollín, su pelo negro azabache. La mirada más extraña que había visto hasta el momento en aquel horrible lugar. No había tristeza, ni tampoco odio, solo tranquilidad. Tal vez sabía lo que hacía en ese sitio o mejor dicho lo que le esperaba, pero todo me parecía demasiado duro para que aquel niño lo entendiera.

Desde el autobús podía seguir viendo sus ojos fijos en nosotros. Cuando el coche se puso en marcha, el niño agitó la mano despidiéndonos. Despidiéndose.

Días después me comunicaron que todos y cada uno de los que estaban metidos en aquella jaula habían sido fusilados. Nunca antes me había sentido impotente.

Ahora sé porque aquel niño de ojos verdes estaba tan tranquilo, sabía que iba a morir y que solo allí encontraría la paz.
"Siempre hay un momento en el que el camino se bifurca.
Cada uno toma una direccion pensando que al final los caminos se volveran a unir.
Desde tu camino ves a la otra persona cada vez mas pequeña
no pasa nada
estamos echos el uno para el otro
alli estara ella.
Pero al final solo ocurre una cosa

llega el puto invierno
ya no hay vuelta atras, lo sientes
es en ese mismo momento en donde te das cuenta que las cosas solo ocurren una vez
y por mucho que te esfuerces ya nunca volveras a sentir lo mismo
ya nunca tendras la sensacion de estar a tres metros sobre el cielo."

A tres metros sobre el cielo

2 de julio de 2012

El hombre que se enamoró de una estrella

Puedo oír perfectamente el romper de las olas entre el silencio de la noche. Lo único que consigo ver con claridad es el mar y el reflejo de la luna en él. Ella es su fiel amante. Los dos se funden todas las noches. La dulce brisa hace que me estremezca e incluso tiemble además la tumbona no ayuda precisamente, ya que esta congelada. Me pego las rodillas al pecho y apoyo mi barbilla sobre ellas en un intento por guardar mi calor corporal. La playa esta desierta, al igual que las calles. Una sensación de soledad invade mi cuerpo, una sensación nada desconocida para mi. Cierro los ojos, dejo que la brisa acaricie libremente mi cara y juegue con mi pelo y una tímida lágrima recorre mi fría mejilla.

-Te debes estar quedando helada.

Doy un respingo y pongo los ojos en blanco al reconocer la voz. Me seco rápidamente las lágrimas.- Tenías que ser tu....- susurro a regañadientes.

Ryan Horby. Nos conocimos al comienzo del campamento. El chico más idiota, engreído y egocéntrico del mundo. Vale que tiene de lo que presumir, pero a mi me resulta odioso. Es un crack en todos los deportes, moreno de 1'87 con los ojos azules y toda la cara llena de pecas que aniñan sus rasgos cuadrados. Por no hablar de su cuerpo perfecto y su éxito entre las chicas...y los chicos.

Como he dicho antes, ODIOSO. Todos quieren ser su mejor amigo y todas su novia (ahora mismo no sé quien resulta más odioso, si él o ellos). Pero hace unos días vi una parte de Ryan que no me habría imaginado nunca. La semana pasada le llamó su padre mientras cenábamos y estuvieron discutiendo un buen rato. Después de colgar él salió despedido del comedor dando un portazo. Antes de dormir, me escapé (como siempre) a mi lugar secreto aunque ya no era tan secreto. Cuando llegué a lo alto de la colina, desde donde se ve el mar y se divisan perfectamente todas las estrellas, distinguí su silueta sentado mirando al horizonte.

-Si retrocedo y vuelvo al campamento pareceré idiota pero si me quedo tendré que hablarle y no sé de que.- pensé en voz alta, lo suficientemente alta para que Ryan me oyera.

-Te vas a quedar ahí toda la noche, pelirroja? .- dijo mientras dejaba caer su espalda sobre el césped.

Odio que me llame así. Odio como suena de sus labios. Además, empezó a llamármelo después de haber estado escuchando una conversación que tuve con mis amigas en la que les confesaba que desearía haber nacido pelirroja.

Llegué hasta su lado gruñendo y mascullando. El césped estaba fresco y suave. Cuando llevábamos varios minutos el uno al lado del otro sin mediar palabra, decidí tomar la iniciativa.

-Se te veía algo cabreado en el comedor.
-Sabes, no es fácil ser yo.- dijo tras unos minutos de silencio.
-JA! Ya estamos otra vez...- comenté negando con la cabeza.
-Todo el mundo espera demasiado de mí. Todos esperan que sea gracioso, divertido, encantador, que saque buenas notas y sea el mejor del equipo... ¡Algunos incluso me echan en cara que si el equipo pierde es por mi culpa! Siempre están con lo mismo: "Esto no es propio de ti, Ryan." o "No te esfuerzas lo suficiente"...- su tono de voz era distinto, más serio, no estaba bromeando como de costumbre.- Mi padre...- la voz se le rasgaba y le temblaba. Estaba llorando.- Mi padre espera que consiga una beca deportiva para la universidad y llevo dos partidos sin jugar porque no consigo concentrarme en nada...él no entiende que no sea perfecto...

Dejé caer mi espalda hacia atrás con cuidado. Los dos estábamos tumbados. Ryan se tapaba los ojos con el brazo para ocultar las lágrimas así que decidí no mirarle para no incomodarle. En ese momento, estando tan cerca, bajo aquel cielo tan bonito, mi corazón comenzó a acelerarse y sentí algo que preferí ocultar.

-Cuando era pequeña mi abuelo me contaba muchas historias. Había una que siempre me ha encantado. Hace muchos años hubo un hombre que se enamoró de una estrella caída. Aquel hombre encontró a una joven de cabellos dorados en medio de un campo de margaritas. La acogió en su casa y la cuidó. Tras un tiempo en la Tierra, la joven se enamoró del hombre y del pueblo en el que vivían y decidió contarle de donde venía. Pero una noche, el cielo reclamó aquello que le pertenecía y ella desapareció sin despedirse. Aunque eso no paró al hombre, así, todas las noches subía a lo alto del granero y desde allí la observaba resplandecer. Cuando él murió, el cielo pensó que tal muestra de amor debía ser recompensada y le convirtió en estrella.- hago una breve pausa.- Ves esas dos estrellas de allí que están tan pegadas, son la joven y el hombre.- mientras señalo con el dedo a una zona del cielo.- Pidió a las demás estrellas que los rodearan para que así siempre estuvieran juntos.
-Guuaauuu....!! Tu abuelo era increíble pero...exactamente ¿por que me has contado esto?
-Pensé que te vendría bien distraerte un poco.- dije mientras intentaba ocultar mis mejillas coloradas.

Comenzamos a reír y Ryan volvió a meterse conmigo. Me alegró mucho verle sonreír de ese modo. Los días siguientes fueron raros. Me seguía tratando igual pero me miraba distinto y sospechosamente, coincidíamos todas las noches en la colina...se convirtió en "nuestro" lugar secreto.

Desde aquel día no sé muy bien qué pensar de él. Tenerle al lado me irrita pero a la vez me agrada y saber que esta aquí, me ha puesto algo nerviosa.

-Si vienes a reírte de mí o algo por el estilo, ahorratelo y vete. No estoy de humor.
-Cuando quieres eres bastante borde, ¿sabes?.- oigo sus pasos acercarse.- Además, no vengo a molestarte solo a darte calor, idiota.- Se sienta detrás de mi, dejándome entre sus piernas junto con la tumbona. Comienza a hundir sus pies en la arena.
-No necesito calor y menos el tuyo, estoy bien. Gracias.- en tono borde y tajante.

Al instante, unos brazos me rodean y me cierran una cremallera, dejándome dentro de la chaqueta y demasiado cerca de él.

-¡Pero que haces! ¡Suéltame!.- Grito mientras me revuelvo.
-Estate quieta o me darás de sí la chaqueta.- dice mientras me abraza impidiendo que me mueva. Y me muestra su mejor sonrisa.

Apoya su barbilla en mi hombro y me mira de reojo. ¡Es increíble! Me ha encerrado aquí dentro con él y para colmo, el muy cerdo, no lleva camiseta...su pecho esta caliente...siento los latidos de su corazón en mi espalda. Va algo acelerado. Él también está nervioso.

-Te odio...- digo mirándole de reojo. Ryan se limita a volver a sonreír y en ese momento me doy cuenta de que mis mejillas arden.

Estamos así durante un rato. Ya he entrado en calor y he dejado de temblar aunque ahora se me ha quedado un pie dormido. Me muevo intentando reanimarlo pero no hay manera.

-¿Vas a intentar huir de nuevo?
-No, idiota, se me ha quedado el pie dormido.- Se empieza a reír a carcajadas cosa que a mi me cabrea un poco.
-Anda, deja de mirarme con esa cara de odio, yo no tengo la culpa de lo de tu pie.- dice entre risas.
-¡Como que no! Si no estuviera aquí metida sin poder moverme no se me habría quedado dormido.
-Sí, pero habrías muerto de frío.
-Prefiero el frío a esto...
-Vale, vale, te suelto, pero no huyas.- Desabrocha la cremallera con cuidado.- Ya esta, eres libre.

Me pongo de pie y empiezo a sacudir el pie mientras Ryan se ríe sin parar. Cuando consigo recuperar mi pie, me vuelvo hacia él y me siento de rodillas en el hueco entre sus piernas.

-Pero, ¿quién te crees que eres? ¿Quién eres tu para retenerme aquí pegada a ti? ¿Te crees guay por esto? ¿Es tu forma de conquistar?.- Poco a poco su expresión va cambiando y deja de reírse conforme ve que estoy realmente enfadada.- Me sacas de quicio...Eres como un crío que se aburre y necesita un juguete con el que divertirse. Pues yo no soy el juguete de nadie, ¿entiendes? No soy una más. No soy como todas esas estúpidas animadoras que se mueren por tus huesos. Me da igual lo que ocurrió en la colina, te odio, me pareces un niñato engreído y egocéntrico. Un verdadero hipócrita. Una farsa. Un mentiroso.- Cojo aire y me doy cuenta de lo que he hecho al ver su expresión...me he pasado...le he hecho daño.- Ryan, lo siento...no debería...
-No.- Interrumpiéndome.- Tienes razón. Nada de lo que has dicho es mentira pero...mientras hablabas no has desviado la mirada de mí y eso nunca te había visto hacerlo.

Mis mejillas vuelven a arder. Tiene razón, siempre miro hacia otros lados cuando hablo porque me da vergüenza mirar a los ojos.

-Es porque estaba cabreada.- digo dándole la espalda
-No mientas a un mentiroso.- No puedo evitar soltar un risa de desesperación.- Sabes, no consigo entender una cosa, ¿cómo una chica tan sonriente puede ser siempre tan borde?
-Es mi escudo. Mi forma de alejar un poco a los demás.
-Como los erizos, ¿con pinchitos por fuera pero blanditos por dentro?.- se ríe de nuevo.

El silencio se apodera de nosotros. Sus brazos me rodean la cintura y vuelve apoyarse en mi hombro.

-Tengo otra pregunta, ¿Por qué aunque te rías tus ojos siguen pidiendo a gritos unos brazos en los que llorar durante horas?

Al oírle me quedo paralizada. Sus palabras resuenan en mi cabeza. De mis labios solo sale un "yo" ahogado. No puedo articular bien las palabras. Mi corazón comienza a acelerarse. Está consiguiendo romper mi escudo. Está entrando en mi fortaleza y no puedo permitírselo porque si lo hago lo destruirá todo. Le quito los brazos de mi cintura y salgo corriendo, pero como no, Ryan me sigue y consigue alcanzarme sin problemas. Me agarra la muñeca.

-Lo siento, si he dicho algo que no...no quería...lo siento.
-¡Déjame!.- me suelto bruscamente.- Tu no sabes nada de mí así que aléjate, vete, vuelve con tu grupito de fans. Me da igual lo encantador que seas o lo a gusto que este contigo.- Las lágrimas caen en la arena.- Siempre ocurre lo mismo. Todo es bonito hasta que se acaba y vuelvo a quedarme sola. Ya me lo han hecho antes y me prometí a mi misma que no volvería a dejar que nadie me hiciera daño. Por eso soy borde. Porque he sufrido demasiado y porque no lo aguanto más...no puedo más...no puedo.- Mis piernas fallan y me dejo caer de rodillas sobre la fría arena. Me tapo la cara con las manos y me derrumbo.

Ryan no dice nada. Se sienta rodeándome con sus piernas. Me abraza con todas sus fuerzas en silencio. Me acaricia el pelo y me vuelve a rodear con su chaqueta. Le estoy llenando el pecho de lágrimas. Le abrazo e intento tranquilizarme.
Se separa un poco y me alza la barbilla. Sonríe de oreja a oreja.

-Estas hecha toda una llorica, pelirroja. Menudos pulmones tienes.- apoya su frente contra la mía y me mira sonriendo.

Es posible que dejarle entrar sea un error y que con el tiempo mi fortaleza se destruya pero se puede levantar otra. Lo que si es seguro es que no volveré a llorar sola...Ah! y que siempre hay que llevar una sudadera, por si hace frío.


26 de junio de 2012

POR CATHERINE


5:20 a.m
El reloj no para de sonar. En un lunes, todavía oscuro, una mano enfurecida sale de debajo de las sábanas y golpea con fuerza el despertador. Tras dejar de sonar, cae al suelo de madera. Las sábanas blancas arrugadas son empujadas hasta el final de la cama. Por el borde izquierdo asoman unos pequeños pies (aproximadamente un 36) que lentamente se posan en el suelo dejando ver unas largas piernas propias de una modelo. 
Ese cuerpo perfecto, de tez clara, se tambalea hacia el baño aun un poco adormecido. Se lava la cara. Frente al espejo aparece una cara húmeda y sonrojada. Unos ojos verdes se ven casi invadidos por graciosas pecas que inundan su pequeña nariz y parte de las mejillas. Una larga melena rubia ligeramente alborotada le acaricia la cara. Sus labios algo carnosos no paran de pronunciar las mismas palabras:
 -Hoy le pillaremos pequeña, hoy es el día, lo presiento.
Acto seguido se mete en la ducha para despojarse del sueño. El vapor comienza a empañar el cristal. 
Ya despejada y vestida, fiel a su estilo, camiseta blanca de tirantes, pantalón pitillo oscuro, normalmente negro, y las botas de su padre; abre la puerta y recoge el periódico que esta sobre el felpudo. Mientras mastica sus deliciosos cereales cargados de azúcar revisa las noticias. El artículo sigue ocupando la tercera página, aunque ahora sólo una pequeña parte de ella.

"El Secuestrador de Central Park sigue suelto. 
Tras algunas detenciones sin éxito, después de tres meses, el famoso secuestrador sigue libre, mientras los ciudadanos temen ser la siguiente víctima. Se desconocen datos físicos del sujeto. La policía no ha querido desvelar ningún tipo de información acerca de los dos casos, el de Kevin Thomas Einsger, importante abogado de algunos peces gordos de Wall Street y, el de la pequeña Catherine, hija del multimillonario, James Hogart. Esta falta de información da a entender que la policía no sabe nada de dicho in... "

-Solo sabéis meter miedo...Malditos periodistas...- digo mientras cierro el periódico.

Me llamo Claire Shepard, tengo 27 años y pertenezco a la Brigada de Homicidios de Nueva York desde hace cuatro años. Formo parte de la investigación del caso 218, el “famoso” secuestrador. Llevo tres meses detrás de él. Y por fin nuestro individuo cometió un error. La última víctima, Catherine, fue hallada en la zona de Harlem Meer hace una semana. El que la encontró era un joven de unos 17 años que había salido a correr por Central Park, vio un zapato rojizo que sobresalía del suelo y llamó a la policía. El secuestrador había subido un escalón, ahora era, además, un asesino. 
Claire coge su pistola, su placa, su cartera, y sale por la puerta. 

6:15 a.m 
Subo por las escaleras de la comisaria con la caja de Donuts como todas las mañanas. 

-Buenos días Emily, ¿Que tal están tus chicos? ¿Un Donut?- le acerco la caja.
-Hola, cielo, no gracias. ¿Cuál de mis chicos, mi marido o mis amores?- dice entre risas. Me río. -Están perfectamente, cariño, como siempre. 
-Me alegro!- digo mientras subo las escaleras hacia el primer piso. 

Emily es una mujer increíble. La admiro muchísimo, tiene 60 años, dos hijos trabajando y un marido bastante gruñón y con la vitalidad de una quinceañera. Lleva toda su vida en esta comisaría como recepcionista. En su juventud hizo las pruebas de la policía pero no consiguió entrar así que aceptó el puesto con tal de estar aquí. Me conoce desde que llegue recién salida de la academia. Ha sido como una madre para mi. 

-Chicas! os he traído unos atractivos maridos que están para chuparse los dedos.- abro la caja de Donuts y la paseo por la sala. 
-Shepard, te amo!.-dice McKinley mientras coge uno de chocolate. 
-Lo se, lo se.... Dejo la caja sobre una de las mesas y me dirijo hasta la mía. Está llena de recortes de prensa, fotos del escenario del crimen, informes, etc. 

6:45 a.m 
-Claire!.-La voz de Zac Tyler resuena por la oficina, viene corriendo desde la otra punta. Alto, moreno con ojos verdes, bastante atractivo. Es el gracioso de la familia. Ex francotirador del ejercito y mi compañero desde hace dos años. Dejando los informes en la mesa.- Han llegado los resultados de las pruebas de ADN. Los pelos encontrados en la escena no tenían raíz así que no han podido sacar mucho, solo que tratamos con un individuo que usa tinte “moreno natural”... 
-Joder Zac, ¿y la buenas noticias?- le interrumpo 
-Ey, nena, tranquila...Lo mejor se deja siempre para el final.-dice con un risa seductora. -La cuerda que sujetaba las muñecas y los tobillos de Catherine, fue apretada con la boca, por lo que nuestro amigo dejó restos de sí mismo. El ADN coincide con Terence Arthur Crow. 
Zac me entrega la ficha. Se sienta en mi mesa y coge una manzana que hay sobre ella. 
-Este hombre es completamente normal.-digo furiosa.- No tiene ningún antecedente ni siquiera una estúpida multa, ¿Por que haría una cosa así? 
-Muy fácil, preciosa, porque se muere. Sufre cáncer de huesos, se lo diagnosticaron hace un año. El hombre siguió trabajando, hasta que la empresa le echó porque estaba robando dinero. No lo denunciaron porque sabían lo de su enfermedad.-dice Zac. -Su esposa le dejó antes de eso...no tiene hijos...ni familiares cercanos...no tiene nada que perder...salvo su vida. A lo mejor ese era el motivo, sacar dinero para el tratamiento, pero...¿qué hay de Catherine?... 

Empezamos a imaginarnos hipótesis cuando el Inspector Clemsy salió de su despacho. 

 -Chicos! Moved el culo hasta Times Square, tenemos a un loco armado montando un buen jaleo. Ya han llamado a los SWAT así que iros cagando leches! 

Por el camino nos dan el aviso: "A todas las unidades, código 72 en Broadway con la 46". Esto se pone difícil. Un hombre armado con rehenes en plena Times Square... 

7:15 a.m
Divisamos los furgones, los SWAT están desplegados formando una barrera alrededor del sujeto. Los francotiradores en sus posiciones. La policía acordona la zona. Mientras nos ponemos los chalecos: 

-Claire, voy a subir a aquel edificio, seré más efectivo desde allí arriba. Te guardaré las espaldas.- Zac sale corriendo hacia la posición con su fusil. 

Me desplazo junto a Jeremy, Alfred y algunos más de mi unidad hasta donde se encuentra el SWAT al mando. 

-Capitán Harrys 
-Detective Shepard. Cuénteme la situación. 
-Hombre blanco de unos 40 años. Porta un arma del 36 y desconocemos si alguna más. El rehén es James Hogart... 
-JAMES HOGART! esto no puede ser una coincidencia.-miro entre los furgones y los demás agentes. Es él, es Terence.- Conocemos al sujeto. Se llama Terence Arthur Crow. Secuestró a un hombre hace tres meses y asesinó a Catherine Hogart hace dos semanas. Es un hombre desesperado. 

Nos colocamos en la línea de tiro detrás la barrera de los SWAT. 

8:00 a.m
La situación no cambia. Terence no responde a los negociadores. 

9:00 a.m 
Decido tomar parte en el asunto. Atravieso la barrera de seguridad, esquivo a los agentes y me planto delante de él. 

-Terence. Sé quien es usted, lo que ha hecho y lo de su enfermedad. Comprendo que solo quiere el dinero para el tratamiento. 
-NO SE ACERQUE o disparo!- dice mientras me apunta. 
-Terence esto solo complica las cosas...por favor... 
-ALÉJESE DE MI!!! 
-Haré algo mejor. Voy a soltar mi pistola y me quitare el chaleco para que vea que no puedo hacerle daño.- dejo el arma en el suelo y la aparto de una patada. Se puede cortar el aire. El señor Hogart no para de repetir “ayúdeme, por favor”.-Ahora usted tiene que soltarle. 
-NO, él tiene la culpa! Si hubiese pagado el rescate, si ella no se hubiera puesto a gritar...yo no quería...fue un accidente... 
-No pasa nada, si le suelta, hablaremos y le ayudaremos con su tratamiento 
-No quiero morir así... El señor Hogart golpea a Terence en el estómago y sale corriendo. 

Con el arma aún en la mano, me mira, algo aturdido, me apunta...unas décimas de segundo, suena un disparo. Estoy intacta y Terence abatido con un disparo en la cabeza. Limpio. Efectivo. Como solo un ex francotirador del ejercito podía hacerlo. 

10:00 a.m FIN

Una fotografía. Recuerdo de un momento pasado. Fragmento de vida plasmado en papel. Una sonrisa. Un salto. Una caída. Una locura. Una mirada. Un abrazo. Un beso. Instantes que obligan al cerebro a recordar algo que creía perdido. Una fotografía. Un anhelo por retroceder en el tiempo y revivir lo olvidado.

24 de junio de 2012

Tonight your mine


<< Tonight your mine completly
You give your love so sweetly
Tonight the light of love is on your eyes
Will you still love me tomorrow >>

Mientras aquella dulce melodía sonaba, de mis ojos brotaban unas tímidas lágrimas saladas. Nunca habían hecho nada parecido por mi. La habitación estaba únicamente iluminada con unas velas que formaban un camino junto a los pétalos rojos en el suelo, y unas lucecitas colgadas en la pared rodeando un "i love you" escrito en la pared. Todo era perfecto. Él era perfecto, su pelo negro azabache, los ojos azul cielo. Su piel levemente bronceada, suave, fina, cálida y llena de pecas. Hasta el día que había escogido era perfecto, 7 de julio. Siete. Mi número favorito.

No sabía bien como reaccionar, no tenía palabras para expresar lo que pensaba en ese mismísimo instante. Se acercó lentamente, apartó una pequeña lágrima que acariciaba mi mejilla y nuestros labios se tocaron. Despacio. Con delicadeza. Cerré los ojos. Aquel fue mi primer beso de verdad. La primera vez que un chico me dijo que me quería sin mediar palabra. Un beso dulce, tímido, algo salado, apasionado. Una mano en mi cadera, otra jugando con mi pelo.

-Gracias.- susurré. Él sonrió y volví a perderme entre sus labios.

Las velas se iban consumiendo a la vez que la cálida noche pasaba en todos sitios menos en aquella habitación en la que el amor y el deseo adolescente habían congelado el tiempo.